EL DEPARTAMENTO DE PREVENCIÓN

En un lugar donde los sueños pueden ser utopías, se asoman multitudes de niños y jóvenes que detrás de una pelota, permiten amortiguar sus tristezas y desplegar sus alegrías. Aunque todavía mucha gente cree, que solo por correr, por saltar y por jugar desaparecen situaciones problemáticas que cotidianamente los abruman y les dificultan el normal desempeño de quienes eligieron el deporte como cable a tierra. Porque vienen a entrenar empujados por las frustraciones que alguno de sus padres no pudo superar. Porque muchos entrenan a desgano, y porque otros solo “cumplen” para que su padre no se enoje. Muchos cargan con la angustia que les provoca la soledad o el abuso emocional que padres que desconocieron o desconocen su rol les produjeron. Con miradas, con gestos, con golpes y hasta con palabras que duelen. Y si bien jugar a la pelota es un excelente escudo protector para que la vida no les duela tanto, la mochila que traen desde sus casas, les pesa mucho porque nadie quiso, pudo o supo escucharlos.
Testimonios recurrentes, donde aparece el abismo de quienes sus familias los contienen, los cuidan, los respetan y les dan amor, contra aquellos que el desamor los ha golpeado, donde son invisibles y humillados desde que se levantan. Donde falta la caricia y el abrazo de mamá y donde papá es el hombre de casa que pasa 18 horas fuera de casa y solo le trae el dinero, pero nuca le pregunta ¿hijo, cómo estás? Tanto a uno como a otros los visten de futbolistas para que pisen el verde césped, donde creen que todos pueden, donde intentan ilusionarse, pero no será para todos y no todos lo podrán hacer. Porque padres malintencionados increpan a sus hijos destruyendo a ese pichón de crack que todavía no sabe volar. Esto los golpeará y los hará caer. Luego, las burlas de sus compañeros de escuela no se harán esperar. Conocidos del barrio se sumarán a la cadena de destrucción del niño o del joven, tratándolo de tonto o usándolo para descargar los nervios. Finalmente, en el club, algunos de sus compañeros de equipo asestarán la puñalada final para que quede mal herido y vulnerable para cualquier ataque externo, riéndose de él, porque para ellos, sencillamente no sirve para nada.
Se aprovechan de quienes no pueden verbalizar el tremendo dolor que les provoca que lo tengan de punto en todos lados, pero nunca nadie tendrá en cuenta el daño psicológico que les están provocando. Serán tímidos, inseguros, introvertidos, miedosos e indecisos. Sienten que en la casa no cubren la expectativa de los padres, que en la escuela todos sus compañeros los señalan, que en el deporte lo critican permanentemente porque no corren, porque no marcan, porque se esconden o porque con 13 años TODAVÍA NO DEBUTÓ EN LA PRIMERA.
Para pensarlo: ¿Qué creen ustedes que pasará con ese niño o con ese joven que día a día ve desvanecer lo único que nadie puede arrebatarle: SUS SUEÑOS?
Departamento de prevención de Camioneros: Carlos Pappa – Mauro Zamijovsky