LIVIO PRIETO: LA HISTORIA DE UN CRACK

Lo descubrió Pekerman a los 15 años, le hizo un caño emblemático a Battaglia y una lesión que lo marginó del Mundial marcó su vida: Livio Prieto, la otra cara de ser una promesa
Independiente y Boca pelearon por él cuando era un adolescente que jugaba en un club cordobés. Pagaron miles de dólares por su pase y debutó en primera con 16 años. Cuando se estaba instalado en el equipo del Rojo, una lesión le arrebató el Mundial Sub 20 e hizo un quiebre en su carrera
Livio Prieto ni lo pensó. No dudó un segundo. Jamás sospechó que ese partido iba a ser un suplicio por el resto de su carrera. Sus piernas ya se habían cotizado en miles de dólares cuando apenas tenía 15 años y José Néstor Pekerman lo había detectado en una prueba por Córdoba que lo hizo un habitué de las selecciones juveniles. Aquel día, recibió un llamado y no pensó en las cargas físicas o que el Mundial Sub 20 estaba unos pocos días por delante. 72 horas después de haber sido parte del plantel argentino en un amistoso contra Sudáfrica en Salta, estaba en Rosario para ponerse la camiseta de Independiente, que necesitaba los tres puntos para acercarse a la Copa Mercosur, o Sudamericana. Ya ni siquiera lo recuerda con exactitud. Tampoco tiene en claro si fue a los 12 minutos o a los 30. Pero no olvida el dolor que de inmediato le hizo tener en claro que la Copa del Mundo juvenil se esfumaría de sus manos.
“Nosotros estábamos concentrados ya. Faltaban casi 25 días para el Mundial. Independiente estaba peleando por entrar a la Copa Mercosur creo, o a la primera Sudamericana. Viajábamos a Salta con la Selección para la inauguración de un estadio (Padre Martearena) y yo no iba a jugar con Independiente. Por esas casualidades o cosas de la vida, el DT que era Pepe Santoro preguntó si yo podía ir a jugar. Del partido del juvenil viajé para jugar con Independiente. Llegué, jugamos y a los 30 pico de minutos se me rompió el tendón del isquiotibial. Ese partido me terminó marcando a futuro, pero era pibe y quería jugar. Uno piensa que nunca le va a pasar nada. Pero cuando me lesioné tomé dimensión enseguida”, relata ante Infobae sobre aquel 4 de junio en el que se marchó reemplazado poco después de los 10 minutos del encuentro ante Newell’s por la anteúltima fecha del torneo Clausura 2001.
Prieto tenía 19 años y era uno de los mimados de su descubridor Pekerman, que lo había incluido dentro de la lista de 18 para el Mundial Sub 20 que se celebró en Argentina junto con Javier Saviola, Maxi Rodríguez, Leandro Romagnoli o Nicolás Burdisso, por citar algunas de las estrellas que tuvo esa delegación. Las horas posteriores a la lesión sirvieron para confirmar lo que todos ya sabían: la lesión le demandaría tres meses o más y tendrían que sacarlo del plantel que semanas más tarde alzó la corona juvenil luego de arrasar contra sus rivales. “Esa pierna fue la que siempre me tuvo a maltraer… Tengo una operación ahí atrás y dos más en el tendón de Aquiles de la misma pierna”, detalla sobre la zurda, la cual sería la traba en su camino ascendente.
El vértigo del fútbol impide detenerse a mirar estas bifurcaciones del destino. Estas pequeñas fisuras en la historia que son un señalador entre lo que fue y no pudo ser. Prieto llegaba a ese torneo como uno de los nombres conocidos gracias a sus tres años como profesional entre su debut oficial en Deportivo Español con 16 años, su buen rendimiento en Independiente y su historia de casi cinco años en las juveniles bajo el paraguas de Pekerman. La historia habla de Andrés D’Alessandro, el chico rebelde que había quedado a un costado de esa delegación argentina y recién estaba teniendo sus primeros minutos en River. Aquel fue su Mundial, el del despegue de su trayectoria profesional. Fue la lesión de Livio la que libreó el camino y la camiseta número 15 para brillar en el torneo.
“Él había estado mucho tiempo con nosotros. Venía a entrenar, salía, venía… Pero nunca tuvo una buena relación con José, él mismo lo cuenta. Tenía una personalidad fuerte tal vez. Yo me quedé en la concentración hasta dos días antes de empezar el Mundial, pero sinceramente la cabeza no me aguantó y me fui a mi casa”, explica Prieto.
Este fue el momento donde la línea de tiempo de la vida tomó un giro inesperado. Uno que, quizá, lo marcó por el resto de su interesante trayectoria como profesional. Aunque el relato se había desatado muchos años antes, cuando Pekerman lo halló en una prueba por Córdoba y lo cobijó bajo su ala en juveniles. Eso despertó las alarmas de empresarios y clubes importantes. Independiente y Boca batallaron por su ficha cuando sólo tenía 15 años, pero fue un grupo cercano a Deportivo Español el que depositó más de 100 mil dólares para apropiárselo en una época donde una cifra de ese estilo estaba reservada sólo para invertir en estos grandes proyectos. Boca, por ejemplo, había desembolsado alrededor de 600 mil meses antes para fichar a Riquelme con 18 años. Livio, con 16 años, ya estaba desempeñándose en la primera del Gallego, institución que por entonces animaba la primera división. Aunque duraría poco allí.
Gustavo Grondona, futbolista de Español en esa época, le advirtió al presidente del Rojo Héctor Grondona (hermano de Don Julio) que había un pibe imperdible. Rápidamente llegó a la Reserva de un Independiente que tenía a Mondragón, Garnero, Rotchen, Usuriaga y otras estrellas: “Coco Grondona les comentó; y un día jugando con la Sub 17 un amistoso contra la primera de Independiente anduve muy bien y entonces se tomó la decisión. Era la época de Menotti”.
Ya bajo el mando de Enzo Trossero, Ricardo Bochini lo impulsó para que pasara al plantel de primera pero fue Osvaldo Piazza el que lo hizo comenzar oficialmente en Avellaneda en el comienzo del nuevo milenio. Era un momento financiero sensible de Independiente que desembocó en el desperdicio de un grupo que tenía en sus filas a Gabriel Milito, Esteban Cambiasso, Diego Forlán, Matías Vuoso, Daniel Garnero y, claro, al ascendente Prieto.
“Era un equipazo. Por momentos se jugaba bien, pero a veces los resultados y las urgencias…”, rememora sobre esa formación con apellidos que dejarían su marca en el mundo del fútbol. Livio, sin embargo, quedó pegado a un hecho desafortunado para un colega: el caño que le tiró a Sebastián Battaglia, quien sufrió en esa jugada la rotura de ligamentos cruzados de la rodilla derecha.
“Nunca fui un jugador de tirar caños. Jamás. Simplemente se dio la situación. Siempre hablo que la confianza en el jugador es el 60%. Si el jugador tiene confianza, te salen todas. En su momento estaba bien, tiré y salió. Tuve la mala leche de que se lastimó, nada más”, señala lamentándose por la dificultad que tuvo por entonces el hombre que luego sería un emblema de Boca.
Sin embargo, ese accionar es la cáscara de lo que fue un encuentro emblemático para él en esos últimos días del 2000. Piazza decidió darle la titularidad por primera vez por encima de Garnero para intentar impedir el título local de un Boca que días antes había quedado en la historia tras conquistar la Copa Intercontinental ante Real Madrid. “Vinieron a jugar contra nosotros, que si nos ganaban salían campeones. ¿Viste cuando un equipo está bien aceitado? Tuvimos un partido bárbaro, excelente. Yo jugué por izquierda, Cuchu Cambiasso de doble cinco, Forlán y Vuoso de puntas”, revive sobre ese 3-0 en Avellaneda con una actuación que le valió un imponente elogio del Bocha. “Es la mayor esperanza que tiene Independiente para recuperar el estilo que lo identifica», fue el mimo del mítico 10, que lo tenía como uno de sus preferidos.
El caño de Livio Prieto y el 3-0 de Independiente ante Boca
El vértigo se apoderó de su camino. El prematuro debut como profesional, la llegada al Rojo, los partidos que lo pusieron en la mira de todos, la lesión que lo marginó del Mundial y su salida del club de Avellaneda a mediados del 2002. Con su juventud a cuestas, arriesgó en elegir un nuevo rumbo y firmó con el AEK, uno de los equipos más poderosos de Grecia: “Me llevó un intermediario; y a veces vas sin que te conozcan. Y es lo que me pasó… Llegué y el DT ni sabía quién era».
La aventura le devolvió una de las experiencias más hermosas que le tocó vivir: jugó la Champions League y compartió el grupo con el Real Madrid de los galácticos y la Roma de Gabriel Omar Batistuta. “Es hermoso, incomparable. Uno ve esas cosas en televisión y se vuelve loco. En Roma estaban Samuel, Bati y Cufré, que la verdad me sorprendió porque era más ídolo que Batistuta en Roma porque se tiraba de cabeza. Fueron momentos lindos, pero en Grecia me agarró la etapa de la crisis económica. Estuve un año y medio, y me volví. Son errores que uno comete, no me tendría que haber ido a Grecia, y no me tendría que haber vuelto de Grecia”, reflexiona.
“No perdimos ningún partido, ¡empatamos todos! Todos partidos horribles. El único partidazo fue de local contra el Real Madrid que terminamos 3-3. Allá perdíamos 2-0 y lo igualamos 2-2. Ese equipo del AEK tenía base del equipo de Grecia que después sale campeón en la Eurocopa 2004. En el Santiago Bernabéu estábamos en el reconocimiento del campo y me llama Cambiasso, que había jugado con él en Independiente y habíamos cambiado en Grecia la camiseta. Los griegos me decían a mí que querían cambiar la camiseta, ¡antes de jugar! Entrabas al vestuario del Real Madrid de los visitantes y parecía un hotel de ocho estrellas. Cambié camiseta con Cambiasso las dos veces y también me quedé con una de Solari y una de Míchel Salgado”, comenta.
Prieto asegura que tomó malas decisiones a partir de esa etapa. Volvió al país y tenía la chance de sumarse al Estudiantes de La Plata de Carlos Bilardo, pero el Beto Márcico lo convenció de ir a un Nueva Chicago que peleaba por no descender. El ex Boca duró pocos partidos con el buzo de DT en el banco y se marchó: “Nos tocó descender. Chicago venía con el tema de los promedios muy mal. No cobrábamos. Fue una mala decisión ir».
Inmediatamente, la oportunidad de abrirse paso en el mercado mexicano se cayó sobre el cierre del período de transferencias y a última hora, cuando estaba por quedarse sin club, consiguió un sitio en Belgrano de Córdoba, que estaba en la B Nacional. Luego de un semestre, tuvo una nueva chance: desembarcó en el Atlético Mineiro. Allí estuvo bajo la conducción de Tite, actual DT de la selección brasileña: “Ahí empecé a darme cuenta lo loco que es un tipo de entrenamiento. Había estado con Bielsa como sparring, sabía que era loco, una forma de entrenar magnífica, obsesiva, pero cuando me tocó este tipo también. Un adelantado”.
Era el momento de relanzar su carrera, pero su físico nuevamente se entrometió en sus deseos. “Cuando me sentía que estaba empezando a jugar bien, me pasaban facturas las lesiones. La primera rotura del tendón sufría; no aguantaba las cargas. Por cuidarme esa pierna, me terminaba golpeando la otra. Se me rompió dos veces, era insostenible”. Otra vez tomó una mala decisión: el DT brasileño Procópio Cardoso lo tentó de ir al Sfaxien de Túnez y él aceptó. “Es un técnico que me quería muchísimo. Terminé yendo seis meses y no aguanté más. Por no decirle que no al tipo que me había dado una mano, al final fui. Fue un error. En el lugar, sinceramente, no había el profesionalismo que existe acá”.
Saltó al pequeño Santa Clara de Portugal, donde tuvo espacio para volver a mostrar sus mejores pinceladas y así recaló en Emelec de Ecuador. Tras un año y medio en el fútbol ecuatoriano, retornó a la liga lusa para vestir la camiseta del Paços de Ferreira, otra humilde institución con la que casi dan el batacazo: con Livio entre los titulares, perdieron 1-0 la final 2009 de la Copa de Portugal ante el Porto de Licha López, Hulk, Cebolla Rodríguez y el Tecla Farías, entre otros.
“Ya en 2010 me volví. Tuve un paso previo por Brasil que jugué el estadual de Río de Janeiro en el Duque de Caxias. Me fui a Deportivo Italiano. Estaba dos veces operado, físicamente ya no soportaba los entrenamientos a veces. Hoy juego con mis amigos y me lastimo… Tengo que jugar parado. No es fácil el retiro. Cada vez que me sucedía algún tipo de lesión o algo de eso, iba analizando. Cuando ya no aguanté más, dije no juego más. Por suerte me había metido a dirigir un baby fútbol y se dio la chance de llegar a las inferiores de Camioneros. Me tuvo ligado al fútbol desde otro lado. No se le va el jugador a uno, pero dentro de todo me fue más fácil, porque yo hablo con amigos y me dicen ‘la verdad es que es imposible, no sé qué hacer’”, reconoce.
Hoy vive el fútbol desde el otro lado. El pibe que fue promesa, que supo saborear las mieles del complejo éxito futbolístico, debe formar la cabeza de los más jóvenes en las juveniles de Camioneros, un equipo que milita en el ascenso argentino. A unos pocos chicos debe prepararlos para soportar la presión del entorno y a la gran mayoría hacerles entender que esta disciplina no es tan fácil como parece por televisión, que son más los que no llegan que los que sí.
“No es sencilla la presión. Hay chicos en Boca o River de séptima división o sexta que tienen un futuro bueno, el representante le da un montón de plata, las marcas de ropa le dan plata y el club le tiene que hacer un contrato obligadamente. Imaginate que ese pibe ya gana más que el técnico que los está formando. Y el pibe se confunde. Yo entreno juveniles, veo lo difícil, el sufrimiento de llegar a diciembre y decirles que lamentablemente no tiene lugar para quedarse. Muchos hablan de la formación, pero nosotros los tenemos dos horas. La educación tiene que venir desde la casa. Los padres muchas veces se creen que tienen a Messi, que se van a salvar y está mal. El fútbol argentino es otra cosa, no es lo que venden en la televisión de jugadores millonarios”.
Fuente: Infobae