RUGBIERS SOLIDARIOS: NOTA DE PÁGINA 12

Rugbiers solidarios llevan ayuda a los inundados
Entrenadores del Club Camioneros enseñan gratis el deporte en el barrio 9 de Abril, ahora también salieron a socorrer a los vecinos que quedaron en medio del agua.

Si alguien dudaba de que en el barrio de 9 de Abril, en el partido de Esteban Echeverría, estaba naciendo una comunidad amante del rugby, de la mano del Club Atlético Social y Deportivo Camioneros que impulsa gratis el deporte hace tres años, estos días terminaron de confirmarlo vecinos y vecinas. Es que esa misma solidaridad que consolidan cada semana jugando con la ovalada fue la misma que activaron en el drama que comenzó este lunes en la zona también conocida como Transradio: el agua empezó a subir e inundar las casas en las áreas más bajas del barrio, justo detrás del predio del club, y fueron los entrenadores de rugby y sus jugadores juveniles quienes consiguieron un gomón para trasladar y distribuir velas, agua y alimentos entre los más damnificados, a los que asistían nadando y caminando, con la correntada helada llegándoles hasta el cuello.

“El lunes acá no llovía, pero a la mañana empezó a subir el agua, porque abrieron las compuertas del río Luján y hubo un desborde. Entre entrenadores nos dimos cuenta de que la cosa estaba fea y que había que poner manos a la obra. Juntamos alimentos y velas entre nosotros, uno dijo que tenía un gomón y ahí nomás nos metimos al agua”, cuenta Emiliano Rodríguez, coordinador de las menores de rugby del club y jugador de la Primera.

Los conductores de cada división del rugby fueron los que se pusieron al hombro la movida, quizás motivados por el dolor de ver arruinado su predio de Esteban Echeverría: la cancha completamente inundada, el agua cubriendo la mitad de las aches, los vestuarios arruinados… “Sostenemos valores como la solidaridad y el respeto y se los inculcamos todas las semanas a los pibes. Cuando vimos lo que estaba pasando, supimos que teníamos que estar ahí. Si no, estamos borrando con el codo lo que escribimos con la mano”, detalla Rodríguez, quien además trabaja como camillero en el Hospital Cecilia Grierson.

A los entrenadores se les sumaron jugadores juveniles, con ganas y cuerpos fuertes, acostumbrados al duro entrenamiento del deporte de la ovalada. Matías y Eliseo son dos que se sumaron a ayudar. Matías perdió toda su ropa, porque su cuarto se inundó, y la casa de Eliseo quedó completamente tapada por la marea, a excepción del techo, donde quedó su hermano Cristian (como muchos de los damnificados del barrio) haciendo guardia para cuidar lo poco que sobrevivió.

Este jueves no pudieron salir por la actividad eléctrica. Hubiera sido el tercer día de una solidaridad que no llegó a tapar el agua: si el miércoles bajó un poco y llegaba hasta el pecho en los lugares más inundados, el martes fue el peor día porque les mojaba hasta el cuello. Como en un maul armado a pura velocidad rumbo al ingoal, el comando de rugbiers partía cada día con el gomón lleno de donaciones, las distribuía y volvía raudo al centro de jubilados, improvisada estación de paso, para cargar más y salir otra vez.

El gomón fue el único transporte al comienzo (el segundo día consiguieron dos kayaks y una lancha sin motor), pero sólo era para trasladar el agua y la comida caliente. Los rugbiers siempre caminaron tapados por el agua, helada y sucia, en cada salida, que duraba entre tres y cinco horas, lo máximo que el cuerpo soportaba el frío. Así recorrieron 15 manzanas y hasta evacuaron a seis personas.
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“Es muy feo ver desesperada a la gente –dice Matías–. En una de las casas que ayudamos, vivían tres familias y había 16 chicos adentro de un mismo cuarto, uno compañero nuestro del club. Cuando terminamos, estábamos básicamente con hipotermia. Nos abrazamos y nos cagamos de risa. Era bizarro: estábamos muriéndonos de frío pero no nos dábamos cuenta porque sólo nos importaba ayudar”.

Ni él ni ninguno de los diez que integraron el comando solidario piensa ahora en el triste panorama que le quedó al rugby que los unió en Camioneros –club desde donde siguen organizándose más donaciones–, con una cancha inundada que quién sabe cuándo pueda volver a usarse. Los otros están primero.

Informe: Malva Marani.